14.2.08


Volviendo a casa, se me cayó del bolsillo toda esperanza.

Colge las sombras en el perchero.

Vi en el espejo las siluetas de otras vidas posibles.


Recordé aquel frío que entró en mi cuerpo y me dejo detenida, helada. Luego quise correr, pero, por mucho que corras, si caminas tarde no siempre llegas.

Cuando cayo la noche con sus cabos sueltos, la palabra nunca se ato a mi, para dormir instalada en el borde de mi pecho.

Cante a las sirenas de todos los mares, pero en mi afonía, nadie me oia.

Me rendi, dejándome caer entre mis dedos, como si nada, y estalle en mil pedazos sin hacer ruido.

Mire al suelo y vi allí todos mis cachos,

mire alrededor, y en mi ceguera, no vi a nadie,

mire fuera, y llovia, la lluvia que todo lo limpia.

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