
Volviendo a casa, se me cayó del bolsillo toda esperanza.
Colge las sombras en el perchero.
Vi en el espejo las siluetas de otras vidas posibles.
Recordé aquel frío que entró en mi cuerpo y me dejo detenida, helada. Luego quise correr, pero, por mucho que corras, si caminas tarde no siempre llegas.
Cuando cayo la noche con sus cabos sueltos, la palabra nunca se ato a mi, para dormir instalada en el borde de mi pecho.
Cante a las sirenas de todos los mares, pero en mi afonía, nadie me oia.
Me rendi, dejándome caer entre mis dedos, como si nada, y estalle en mil pedazos sin hacer ruido.
Mire al suelo y vi allí todos mis cachos,
mire alrededor, y en mi ceguera, no vi a nadie,
mire fuera, y llovia, la lluvia que todo lo limpia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario